En este cuadro aparecen rasgos sueltos y libres, que fluyen con un lenguaje desdibujado. En la parte superior izquierda, encontramos unos puntos infantiles que transmiten imprecisión y fugacidad.
Colores como el rojo, el amarillo y el negro, se entremezclan con la fuerza y coherencia de este vino. Fuego y tierra expresan el principio y fin de la vida y el vino.
En los dos soles inferiores, este y oeste de la viña, se asienta el cuadro y la cosecha. Desde el frío invierno al suave otoño, la uva bebe de la lluvia caprichosa e intermitente en el tiempo, como de la pintura del artista.
Este cuadro es una fiel interpretación de su sinfonía de sabores, en donde la cereza, los frutos rojos y los toques de regaliz lo aúpan, haciendo de este vino, de hace ya 7 años, un vino de paladar intenso y prolongado.